Año 1937, tío Luis compró un auto Chevrolet azul, flamante, una joya para la época, deciden hacer un viaje a Ordóñez, visitando a los familiares Martini que allí vivían. Es de la partida Luis, su hermana Teresa, abuela Ana, y sus sobrinos Ángel y Alberto salen eufóricos, entusiastas con el auto nuevo.
Eran años de sequía, el camino tenía mucho guadal, tío Luis se desplazaba a la excesiva velocidad de ¡70 kilómetros! e iba “volanteando” como podía para mantenerlo en la huella, pero el auto porfiaba hacia un lado, hacia el otro, las asustadas mujeres, estaban con el Jesús en la boca, hasta que finalmente le “costaló” y allá fue a parar el otrora brillante Chevrolet, gran sobresalto! Ángel preocupado pregunta, ¿Como están todos? no griten, no se asusten, no es nada. ¿Abuela, vos como estás?-Y ella pesarosa respondió: “sun si sbiñá” (aplastada), y con razón, ya que ella había quedado debajo.
Cuando lograron salir del vehículo, sacudirse el polvo que no era poco y serenarse, los muchachos lo enderezaron, con sigilo lo caminaron todo alrededor y comprobaron que fue un vuelco sin consecuencias, gran alivio!!
Después de beber agua que siempre llevaban, se miraron y decidieron continuar la interrumpida excursión. Ángel tomó el volante y ¡Allá vamos! partieron, previo pacto de riguroso silencio, “del vuelco no se habla”y así fue, por bastante tiempo consiguieron mantener el secreto.
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